
La institución escolar está tan naturalizada en nuestro orden social que apenas alcanzamos a imaginar un mundo en que no existiera. Asumimos sin cuestionamiento alguno que se nos institucionalice obligatoriamente durante un mínimo de 10 años, que muchas veces pasan a ser 15, no siendo tan extraño que llegue a los 20-22 años si consideramos la Universidad u otros estudios postobligarorios. Durante ese período el conocimiento está perfectamente estructurado en paquetes curriculares, organizados por cursos, asignaturas, luego ramas y especialidades y, para administrarlos, se pone al servicio de la institución un ejército de trabajadores y trabajadoras -ente los que me encuentro- que determinamos qué, cómo y cuándo debemos enseñar y, lo que es más importante, que hace una distribución meritocrática del alumnado, según resultados. (más…)


Pasó ya el período de prematriculación en un contexto de bajada de natalidad en que la captación de alumnado se va haciendo cada vez más crucial para la supervivencia de los centros. En esta ocasión no voy a comentar lo que tienen de mercadillo estas campañas de matriculación, ni lo que mueve de verdad a las familias a la hora de elegir centro que, a salvo de una minoría muy concienciada para un tipo u otro de escuela, tiene más que ver con quién quiero que mi hijo o hija se relacione. Solo quiero comentar cómo han enfocado la campaña las diferentes titularidades. 

