«Escuela o Barbarie», un libro polémico que invita a pensar.

El final de la primavera nos trajo una novedad editorial para el público interesado en interrogarse sobre el significado del actual momento educativo, aunque solo en verano he podido encontrar el sosiego necesario para leerlo. Bajo el título «Escuela o barbarie. Entre el neoliberalismo salvaje y el delirio de la izquierda», nos ha llegado este potente y demoledor ensayo, suscrito por tres profesores de filosofía, uno universitario (Carlos Fernández de Liria) y dos de Enseñanza Secundaria (Olga García Fernández y Enrique Galindo Ferrández). Si bien el dilema del título nos remite a un tópico obvio, su verdadero sentido se va desvelando a medida que avanza la lectura, que, en mi caso, ha venido estimulada por un subtítulo algo provocador y por alguna polémica que se ha suscitado en torno a la obra.
Es tal la complejidad de los temas abordados, si bien todos en torno al eje común de la educación (enseñanza, hubieran preferido decir los autores), que es materialmente imposible hacer una síntesis acertada del mismo en una entrada de blog como esta. No obstante, a fin de dar una idea al lector o lectora que todavía no ha tenido el libro en sus manos, puedo referirme a su temática como un abigarrado entramado argumental para hacernos conscientes de cómo la educación ha sido engullida por el mercado en un proceso escalonado y creciente en las últimas décadas de desmantelamiento de la Escuela Pública. Proceso nada ingenuo, sino taimadamente enmascarado en un marco conceptual bienpensante y políticamente correcto, en el que el actual fervor de innovación pedagógica no es sino la penúltima estrategia para colar a una izquierda incauta toda una serie de valores que solo hacen el caldo gordo a lo que desea el capitalismo en la hora actual.
En este análisis penetrante de la realidad educativa no queda títere sin cabeza. Según los autores, todas las reformas han sido una sucesión de jalones hacia el actual estado de hundimiento de la enseñanza pública, parejo a la progresiva apropiación de la mentalidad mercantil del nicho de la educación. Algo que empezó con la ley Villar Palasí, se precipitó con la LOGSE, la LOE y la LOMCE, contribuyendo todas las reformas a un vaciamiento del sentido de la instrucción escolar, a un rebajamiento de los contenidos, a una puerilización del alumnado, todo bajo las premisas pseudocientíficas de la pedagogía.
Todo un universo conceptual muy en boga actualmente y que ha pasado a ser paisaje familiar de la visión educativa actual es sometido también a la sospecha: las competencias, especialmente el aprender a aprender, el emprendizaje, las inteligencias múltiples, la emoción como motor del aprendizaje, el aprendizaje basado en proyectos, el aprendizaje a lo largo de la vida, la autonomía de los centros, la comunidad escolar, y un largo etcétera que, según los autores, opera a modo de lenguaje aparentemente progresista, pero que no es sino el rostro filantrópico de un mercado que quiere domesticar masas para su acomodo acrítico en un mercado desregularizado al máximo donde cada uno es la mercancía de sí mismo.
Como no podía ser menos, los organismos mundiales como el Banco Mundial, la OCDE y sus mediciones de PISA y TALIS, son señalados como instigadores de estas tendencias febriles, no librándose ni la propia UNESCO de su contribución al estado actual de cosas. Pero, quizá lo más lacerante, también para los autores que se autoproclaman gente de izquierdas, es la crítica al papel que la propia izquierda juega como coadyuvadora de esta situación, desde pensadores que han preparado el camino para ello como algunas teorías de Althusser y Bourdieu, por citar dos ejemplos, hasta más cercanamente, las posiciones y propuestas, no digamos del PSOE, sino también de Unidos Podemos o de foros nada sospechosos de no defender la Escuela Pública como el Foro de Sevilla.
Sin embargo, a lo largo de la lectura, no he podido desprenderme de la sensación de estar escuchando el eco de un tipo de profesorado inmovilista que encuentro en los centros -afortunadamente minoritario-, cuyo marco argumental está poblado de proclamas a favor del funcionariado, de la libertad de cátedra, de la defensa de las especialidades, de los conceptos, de sus quejas por la falta de nivel de alumnado y de sus invectivas hacia todas las reformas, en especial de la LOGSE, punto a partir del cual la enseñanza, tal como la conciben, se estropeó definitivamente, llegando a la situación actual degradada, donde dar clase no es lo que era, cuando había un bachillerato en condiciones y no el simulacro actual. Todo ello aderezado por las críticas a la Administración, a la burocracia, a los recortes y a la precariedad de medios en que han desarrollar su tarea.
¿Cómo distinguir el trigo de la paja? No cabe duda que los autores, a los que concedo el beneficio de la duda y por ello no los quiero situar en el sector inmovilista, aunque su discurso a veces me lo ha recordado, ponen el dedo en la llaga de muchas implícitos aceptados hoy en la educación, que no son cuestionados en su sentido profundo y en muchos males que aquejan a la Escuela Pública de hoy. No es impugnable que somos objeto de una profunda corriente neoliberal. Sin embargo, no compro la tesis «herética» del fondo del libro (etimológicamente herejía es tomar una parte por el todo). No puedo aceptar que los temores muy reales de ser víctimas de un proceso de «mercantilización» nos lleven a añorar el pasado ilustrado y academicista que supuestamente ha de ser herramienta de «igualación» de la ciudadanía, cuando sabemos que ese planteamiento, por razones «culturales», es favorecedor de las clases sociales que mejor pueden adaptarse a la «escuela ilustrada».
La situación es grave, sí, pero el peligro real de que la innovación pedagógica sea instrumentalizada para la domesticación al actual mercado posfordista y desregulado no puede colocarnos del lado del reaccionarismo. Por ejemplo, no se puede proponer la uniformidad de los centros, porque la autonomía haya sido instrumentalizada por gobiernos neoliberales. Al contrario las fuerzas que se reclaman de izquierdas deben reivindicar sistemas de aprendizaje que sustenten el fomento de ciudadanía colaborativa, solidaria, creativa y crítica. Que el neoliberalismo sea demasiado coincidente en sus lenguajes y discursos con los discursos liberadores solo quiere decir que hay que afinar el discernimiento, pero sin caer en el reaccionarismo. La pregunta entonces sería no tanto qué nos puede llevar a mejorar los rendimientos en PISA, sino qué tipo de personas estamos egresando a la sociedad, con qué valores o, por contra, con qué acriticismo. Y ahí, sí, es verdad que las metodologías nuevas no son tan decisivas, sino el enfoque y las finalidades con que se empleen.
Los autores fuerzan las teorías pedagógicas (metidas todas en un saco, por cierto), las intenciones de determinadas reformas educativas y las posiciones de determinados autores, obligándoles a decir cosas que nunca han defendido, aunque las realizaciones tan contrarias a lo buscado puedan así indicarlo. La realidad siempre es decepcionante. Pero unas malas prácticas no pueden llevar a condenar unas buenas teorías. Esta reactividad lleva a los autores a establecer parejas antitéticas de forma artificial como pedagogía frente a filosofía, innovación frente a instrucción; razón frente a emoción; academicismo frente a inteligencias múltiples y otras muchas más.
En suma, estamos ante un libro desmesurado, como una bofetada, que, no obstante, debemos agradecer para sacarnos de nuestras ingenuidades y de nuestro pensamiento plano. Un libro cuya desmesura me parece que lleva a una defensa demasiado estatalista de la Escuela Pública, que pasa de puntillas por la necesidad de reformas que necesita ella y el modelo actual de funcionariado que la sustenta, para que pueda cumplir con su función verdaderamente democrática y social. Echo de menos también una reflexión sobre las condiciones de posibilidad para que la Escuela Pública sea fiel a su misión en una sociedad tan mercantilista y neoliberal como la nuestra. Pese a ello y a no compartir, por exceso, sus tesis centrales, es un libro que obliga a pensar y cuya lectura recomiendo.

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