En mis primeros años como docente solía presentar al alumnado una secuencia de imágenes muy rudimentarias, separadas en distintos folios, para que construyeran su orden lógico, en las que, una vez bien ordenada, se veía en la primera imagen una persona encerrada en un cuadrado, con aspecto de estar atrapada y deprimida. La secuencia mostraba la acción y el empeño del personaje que, con trabajo y dolor, conseguía transformar su cuadrado en un círculo, dando lugar a una situación más liberada y creativa. La secuencia, sin más soporte que las ilustraciones sin ningún tipo de texto, daba pie al diálogo interpretativo del alumnado, buscando que extrajeran sus propias conclusiones, también para sus vidas. Sigue leyendo