Un compañero de trabajo suele decir con ironía que hay que precaverse de los “tontos motivados”, en referencia a algunas direcciones de centro que, cuando acceden al cargo, están llenas de ideas y proyectos y “arrasan” con todo, tratando de implantar con vigor y poco tacto los cambios en los que creen. Para que nadie vea una burla malintencionada, confieso que yo mismo he podido caer en ese defecto alguna vez. En cualquier caso, no deja de ser una manera de ejercer el liderazgo: con entusiasmo por las reformas y las mejoras. Hay otra forma de hacerlo que es manejando tanto los equilibrios de intereses, que la conclusión inevitable es dejar las cosas como están. Entre ambos polos debe haber alguna manera de ejercer el liderazgo con tiento y éxito. Sigue leyendo