
Un reto de Kristau Eskola es construir el proyecto colectivo partiendo de una suma de proyectos.… Además del proyecto colectivo echo en falta una posición más proactiva de análisis, no tanto de lo que nosotros ofrecemos como red, sino una posición más reflexionada y profunda sobre el sistema educativo.
Lo que percibo de nuestro sistema educativo es que lamentablemente oscila en un péndulo todavía con demasiada energía entre la posición de una educación confesional y una educación que reniega de la espiritualidad porque la ha asociado a las experiencias vividas de una cierta imposición de una determinada fe.
A mí me gustaría que la situación evolucionase hacia la filosofía del concierto que puso en marcha el Partido Socialista en los años 80, que lamentablemente ha derivado, en el contexto neoliberal, a que si tú tienes metros cuadrados y profesorado titulado y además hay algunos que quieren ir a tu centro, pues te conciertan.
…nuestros posicionamientos tienen que centrarse más en la cuestión del bien común que en la cuestión de qué pasa con nuestros centros.
Creo que lo que nos toca a nosotros es renunciar a los copagos. Eso de partida. Pero, claro, si en un tiempo corto de tiempo no aparece una alternativa de financiación eso lleva a la quiebra y a la desaparición de los centros. El Gobierno Vasco debe revisar esta cuestión. Podría plantearse que haya centros concertados con “cero copago” y que deben estar dentro del sistema planificado.
Deseaba hace tiempo hacer una entrevista a alguien del mundo de Kristau Eskola, red que no suele implicarse en los debates mediáticos sobre la educación vasca, y de esta manera poder conocer mejor el sentir de alguien vinculado a esa red. Era importante dar con alguna persona con visión sistémica y desde siempre me habían recomendado que hablara con el director de Egibide (Vitoria-Gasteiz). He de reconocer que mi encuentro con él no ha decepcionado las expectativas. José Ignacio Eguizabal es un ingeniero de Pamplona, que, tras un recorrido profesional por varias empresas multinacionales de la automoción, lo que le llevó un tiempo a vivir en Alemania, hace 16 años decidió dar un viraje a su dedicación profesional, trabajando en puestos de dirección en organizaciones con algún grado de vinculación a la Compañía de Jesús (jesuitas): primero, como director de la ONG Alboan y después como director de Egibide, proyecto al que se incorporó en el año 2015, para al año siguiente pasar a ocupar el puesto de director, en el que permanece en la actualidad.
¿Qué balance haces de estos casi 5 años de dirección en Egibide?
En lo personal ha sido un período apasionante porque he descubierto muchas cosas: la educación, la formación reglada, la vocación de los educadores, lo que eso significa y las dificultades que tiene también en la realidad del día a día. Sabía que llegaba un proyecto que tenía una vocación social muy importante, con su historia y su tradición y el sitio que ocupa en la educación de Vitoria. Ha sido como sumergirme en un proyecto apasionante. En lo institucional, hemos consolidado prácticamente la fusión de Diocesanas y Jesús Obrero, que no es poco, y eso nos permite afrontar otros retos. Mirando más hacia fuera yo creo que Egibide en estos años se ha situado en Vitoria-Gasteiz como un proyecto atractivo para la Secundaria, cosa que no estaba clara hace cinco años, y se ha consolidado como un proyecto de referencia, que ya lo era, en la Formación Profesional, además combinando dos hechos que no son fáciles de combinar: por un lado un cierto liderazgo en el ámbito de la Formación Básica con lo que supone de no dejar a nadie atrás, y a la vez una presencia significativa en la parte más sofisticada de la Formación Profesional, como la Industria 4.0.
Creo que sois el centro educativo de Gasteiz con mayor número de alumnos y alumnas después de la UPV. ¿Cuánto alumnado tenéis?
En reglada este año tenemos 4080. Además, existe la no reglada que, dependiendo de los años, puede tener otros 4.000 o 5.000, que vienen a hacer cursos más cortos.
Sois un centro de vocación social que atiende a mucho alumnado de origen extranjera. ¿De cuántas nacionalidades?
Este curso 56. Tenemos un 16% de alumnado con nacionalidad extranjera, que no de cultura extranjera que sería más amplio. Si bajamos a la Secundaria, se convierte en un 27%.
Proporción que sube más si tenemos en cuenta el origen de alguno de los progenitores.
Efectivamente. En ese caso estaríamos en torno al 40%.
Vosotros formáis parte de Kristau Eskola. ¿Cómo ves el proyecto de Kristau Eskola en este momento? ¿Qué solidez tiene?
Bueno, la solidez práctica que tiene es muy grande desde la perspectiva de los centros individuales que la conforman, porque en esa red están, así como en otras redes, algunos de los mejores centros educativos de Euskadi en distintos ámbitos y en distintos contextos sociales. Los proyectos educativos que conforman esa red en cuanto Kristau Eskola son fuertes y, digamos, “la hoja de servicios” a la educación en Euskadi es muy buena, a mi modo de ver. Pero viniendo al día de hoy, esta red tiene retos por delante muy importantes. Hay algunas cosas que tiene que abordar, si quiere seguir haciendo esa contribución. Una primera es concebirse más como red. Hasta ahora Kristau Eskola es más la suma de proyectos que una red con un proyecto.
Perdona que te interrumpa. Han anunciado el cierre del colegio Presentación de María de Bilbao. Dentro de Kristau Eskola ¿podríamos hablar de que hay centros de primera y de segunda?
El hecho de que la red sea una suma de proyectos ya implica de hecho que hay no ya dos, sino tres o quince velocidades. El reto es construir el proyecto colectivo partiendo de una suma de proyectos. Hay determinadas cuestiones que hacen que la necesidad de un proyecto colectivo sea más urgente que nunca. Una razón tiene que ver con el contexto: es el tema de la natalidad. Sin que nadie haya decidido quién es más fuerte dentro de Kristau Eskola, un centro con 5 ó 6 líneas y un centro con una línea, ante la bajada de la natalidad, no están en la misma situación, evidentemente.
Pero hay otros retos importantes: la no resolución de la cuestión de la financiación del sistema educativo, y de la revisión y actualización no solo de la cuantía de los conciertos sino del sistema y de la filosofía de los conciertos es otra cuestión que requiere que Kristau Eskola tenga un proyecto y no sea una suma de proyectos. La cuestión que aparece en los últimos 20 años en Euskadi, pero con gran fuerza en los últimos 10 años, que es la gestión de la atención de la diversidad cultural y de nacionalidad del alumnado requiere de nuevo que Kristau Eskola consolide una posición y un proyecto común y no sea la suma de proyectos que, en cualquiera de estos temas que acabo de mencionar, puede tener posiciones diferentes y expectativas hacia el futuro diferentes. Creo que hay un reto clave que es concluir el proyecto colectivo, que necesariamente deberá tener alguna fricción interna, para llegar a una síntesis.
Otra cosa que yo echo de menos, además del proyecto colectivo, es una posición más proactiva de análisis, no tanto de lo que nosotros ofrecemos como red, sino una posición más reflexionada y profunda sobre el sistema educativo. Somos un agente relevante de un sistema educativo que responde a la prestación de un servicio que está asociado a un derecho y nuestra preocupación tiene que ser por el sistema completo, no por lo que nos pasa a nosotros dentro de ese sistema. Si se resuelven estas dos cuestiones, habremos dado un gran paso adelante: proyecto colectivo, con los debates internos que sean necesarios, con su posicionamiento dentro de esta sociedad, y contribuir al sistema en su conjunto, no solamente lo que nos toca a nosotros, sino responder ante retos conjuntos como el de la segregación escolar o la competencia lingüística.
En un contexto de secularización extrema, ¿se os puede visibilizar como un querer mantener una presencia ideológica que no se corresponde con la pérdida de relevancia social, por ejemplo, la asistencia a las iglesias?
Yo creo que la educación integral de las personas requiere de una atención específica a la dimensión espiritual, que no debe confundirse con la dimensión creyente o con la profesión una determinada fe, la que sea. Lo que percibo de nuestro sistema educativo es que lamentablemente oscila en un péndulo todavía con demasiada energía entre la posición de una educación confesional y una educación que reniega de la espiritualidad porque la ha asociado a las experiencias vividas de una cierta imposición de una determinada fe. Me parece que ninguna de las dos cosas es adecuada pensando en las nuevas generaciones que vamos a formar. Hecha esta afirmación, ¿qué papel puede tener Kristau Eskola? Pues desprenderse de la confesionalidad activa y militante que puede llevar al proselitismo, para atender a la integralidad de la persona en dimensiones distintas, también la espiritual. Y ofrecer todo el bagaje que tiene de entendimiento de la interioridad de la persona y de su dimensión trascendente y espiritual para ofrecerla al sistema educativo. Y si es capaz de quitarse ese “ropaje de la confesionalidad” lo que queda debajo es un aporte que yo creo que es esencial para un proceso educativo fructífero de las personas. Incluso diría: esto es algo que los centros que no provienen de una tradición confesional también deberían incorporar en su proyecto educativo.

¿No te parece que se está despertando también, aunque sea lentamente y con experiencias parciales como el mindfulness, una conciencia que quiere integrar la interioridad, la espiritualidad dentro de centros no confesionales, dentro de centros de la Escuela Pública?
Sí y es una buena noticia. Creo que todo lo que vaya en esa dirección es positivo.
Entonces no sería un aporte específico de Kristau Eskola…
Lo que Kristau Eskola debe garantizar es que sus centros sean expertos en esta cuestión y que desarrollan herramientas avanzadas y adecuadas a la realidad actual para trabajar esto en sus centros y aportar ese conocimiento en la arena pública. De lo que adolece en muchas ocasiones nuestro sistema educativo es del espacio para debatir sobre estas cuestiones. No hay unos espacios en los que construir esta mirada y hacer converger los distintos proyectos educativos para que incorporen esa cuestión. Pero volviendo a tu pregunta, yo soñaría con una situación en la que los compromisos fueran transparentes y asumidos por todos. La Iglesia y sus centros educativos hace tiempo ya que renunciaron a hacer de los centros educativos un espacio de proselitismo. Salvo que alguien me diga que estos centros ante la secularización avanzada debieran desaparecer, creo que el futuro debería ir por la línea de que todos contribuyamos a un sistema común y establecer los mecanismos para que eso sea así.
¿Cómo te sientes de cómodo, por ejemplo, viendo que la Iglesia se decante siempre de parte de la libertad de elección de centro y, hechas las excepciones y reconociendo la realidad de centros como el vuestro, diga tan poco de la cohesión social?
La respuesta a tu pregunta es que me siento incómodo. Volviendo al razonamiento anterior, creo que nuestros posicionamientos tienen que centrarse más en la cuestión del bien común que en la cuestión de qué pasa con nuestros centros. Lo cual me lleva después a pedir radicalmente a la Administración que nos tenga en cuenta en la planificación, que es lo que no hace, sea de unos u otros posicionamientos ideológicos. Es evidente que la Administración educativa planifica y es su obligación planificar. Nosotros somos centros que estamos ofreciendo un determinado servicio y tiene que contar con nosotros. A mí me gustaría que la situación evolucionase hacia la filosofía del concierto que puso en marcha el Partido Socialista en los años 80, que lamentablemente ha derivado, en el contexto neoliberal, a que si tú tienes metros cuadrados y profesorado titulado y además hay algunos que quieren ir a tu centro, pues te conciertan. Y es todo lo que las administraciones educativas, en general, le piden a una entidad privada de cualquier orientación y procedencia. Yo creo que Kristau Eskola es de las redes concertadas que más cómoda puede sentirse volviendo al espíritu inicial, porque dicho espíritu de los 80 consistía en que nosotros renunciamos en ese momento a ser centros para una determinada parte de la sociedad, la que en aquel momento se consideraba católica y que quería una educación católica para sus hijos. Renunciamos a ser centros sólo para esas personas a cambio de integrarnos en un sistema que está tutelado y financiado por la Administración Pública. Este es el pacto. Evidentemente nosotros como centros tenemos que asumir los retos del sistema público. Si hoy en día el sistema público se enfrenta con un reto social de integración de la diversidad, nuestros centros tienen que estar en primera línea. Desde ese análisis, el posicionamiento que hemos tenido como redes ante la nueva ley (LOMLOE) me incomoda y me deja un poco frío, porque creo que perdemos la trazabilidad de la memoria histórica. Hay que actualizar aquel compromiso al día de hoy para poder seguir diciendo que seguimos estando aquí para contribuir al sistema. Espero de la Administración también un quid pro quo: aquí hay unas entidades que ponen este servicio y os vamos a considerar en la planificación.
¿En Euskadi habría que actualizar el pacto que supuso los conciertos?
Sin duda. Eso exigiría movimientos de posición de parte de Kristau Eskola en la línea de la transparencia, de la apertura, de no resolver los problemas que tenemos por nuestra cuenta, sino trasladarlos al sistema para que el sistema los resuelva con nosotros.
Ha llegado el momento de hablar claro de la financiación, de acabar con el copago, de replantear el coste de una plaza escolar… ¿cómo ves todo esto?
Hay que hablar de la financiación con claridad. Hemos llegado al límite de la tensión de esa cuerda. Siempre se habla de que la Administración pone miles de euros para una plaza escolar en la red pública, pero solo 2/3 de esos miles en un centro concertado. Por tanto, hay deficiencia de financiación que hay que corregir. Los centros se buscan la vida ante la dificultad que hemos tenido históricamente para actualizar los conciertos, porque la Administración ha sido bastante refractaria a eso y no sé si nosotros hemos acertado a plantearlo correctamente. Entonces aparecen los copagos.
Copagos que funcionan como un filtro social…
Yo creo que en general los copagos no aparecen para conseguir un filtro social. Aparecen porque los centros se ven necesitados de una fuente alternativa y evidentemente las familias que acuden al centro son el sitio más cercano donde conseguir esa financiación. Y como derivada aparece el filtro social. Yo creo que sería más realista verlo de esta manera.
¿Cuál sería la solución para lograr la gratuidad total?
Hay otro elemento que no aparece mucho que es la mentalidad de los centros concertados de que mi proyecto me lo tengo que resolver yo, que tiene su lado positivo por la proactividad que implica, pero tiene también su lado negativo desde el momento en el que las soluciones se convierten en un problema para la equidad en la entrada, por ejemplo. Si de verdad creemos que necesitamos dos horas más de matemáticas, no tiene que ser en mi centro, tiene que ser en el sistema educativo. Necesitamos replantear esto y para ello sería necesario que todas las partes hagan tabula rasa. Creo que lo que nos toca a nosotros es renunciar a los copagos. Eso de partida. Pero, claro, si en un tiempo corto de tiempo no aparece una alternativa de financiación eso lleva a la quiebra y a la desaparición de los centros. El Gobierno Vasco debe revisar esta cuestión. Podría plantearse que haya centros concertados con “cero copago” y que deben estar dentro del sistema planificado. Y puede haber centros subvencionados, porque cumplen una determinada función y, esos, a lo mejor, pueden tener copago. Pero los que tengan concierto, que sea real.
¿Crees que estamos en una coyuntura favorable en la educación vasca para que se muevan las cosas o previsiblemente vamos a seguir parecido?
Tiendo a ser optimista, en general. Pero en este momento no veo muchas señales de cambio. La única señal de cambio es que tenemos un nuevo Consejero de Educación que se ha comprometido en sus comparecencias y ante la prensa a revisar muchos de estos puntos fundamentales. Hay que pensar que hay disposición por parte del liderazgo de la educación vasca para afrontar estos asuntos. Pero en la corta trayectoria que he tenido en la educación vasca he tenido malas experiencias. No he experimentado gran voluntad de abordar los temas de fondo, ni de transcender las posturas preestablecidas.
Muchas gracias, Nacho.
