Una propuesta disruptiva para tiempos especiales

Me sumo al coro de opinadores sobre la “amenaza” en ciernes que es el escenario incierto de cómo se va a desarrollar el próximo curso. En el «concurso de ideas” que está empezando a bullir, la vedad es que se hace difícil discriminar a priori cuáles pueden ser brillantes o cuáles pueden ser “ideas de bombero” y creo que solo después de haberlas puesto en práctica se podrá saber si eran más de un tipo o de otro. En todo caso, estamos obligados a no perder energías excesivas en el desenlace del presente curso y estrujar las meninges para imaginar cómo puede ser el siguiente, pues cada vez queda menos margen.

Para empezar, podemos ir descartando lo que estimo que, por razones de realismo o de justicia, no deberíamos hacer el curso próximo. En este sentido, me atrevo a señalar la inconveniencia de algunas propuestas como la creación de dos turnos, mañana y tarde, (se necesitaría duplicar el profesorado), la alternancia presencial y telemática (sería ahondar más en la brecha digital y social del alumnado, además de difícil organización para las familias), o la escolarización presencial prioritaria de los más desfavorecidos dejando la atención telemática para quienes disponen de todos los medios (por evitar la estigmatización y porque la interacción heterogénea entre diferentes es imprescindible).

La presente propuesta, imperfecta sin escapatoria, está pensada para la Educación Básica, pues en Bachillerato sí considero más viables algunas de las propuestas anteriores que he rechazado y la Educación Infantil merece un tratamiento específico y en todo caso, para esas edades cabe pedir que, además de la escuela, arrimen el hombro el mundo laboral y empresarial para la conciliación de los cuidados (¡también los cuidados masculinos!) y las exigencias laborales.

La premisa para esta propuesta, pensada en la Educación Básica, debe ser, por tanto, la presencialidad de todo el alumnado, aunque sean menos horas, o tal vez, con horarios partidos de mañana y tarde. Otras condiciones serían que, aunque suponga algún coste económico añadido, este no sea desorbitado, porque no está el horno para bollos. Y que el profesorado acepte un cambio, no en cuanto a su carga de trabajo, pero sí en que esta pueda estar distribuida a lo largo de del día, con presencia de mañana o de tarde y quizá en alguna ocasión, las menos, de ambas, nunca de forma inasumiblemente discontinua. Por su parte, a los centros, a los ayuntamientos habría que pedirles no solo el mejor aprovechamiento posible de sus espacios (incluso habilitando algunos otros que pueda haber), sino también permitir una organización con una apertura de mañana hasta la noche. Las AMPAs están llamadas a jugar un papel fundamental en lo que a continuación voy a exponer.

La propuesta, en síntesis, consiste en que 1/3 aproximadamente se dedique a mantener el currículo de las llamadas materias troncales, básicamente matemáticas e idiomas (en este último caso, a poder ser, potenciando situaciones comunicativas, y no tanto disecciones morfosintácticas, y también planteamientos integrados entre las mismas) y los otros 2/3 se dediquen a talleres de horarios y duración variables. La composición de estos 2/3 restantes puede ser también variada según centros y según las necesidades de los alumnos y alumnas particulares, pero grosso modo, podríamos hablar de 1/3 para talleres de recuperación académica, de superación de pendientes, de aceleración y enriquecimiento de aprendizajes, de trabajos telemáticos que pueda realizar el alumnado con cierto acompañamiento, etc.  Y el 1/3 restante para otro tipo de talleres que pueden tener que ver con la experimentación científica, con la experimentación tecnológica, con la expresión musical y artística, con la salud y el deporte, con las manualidades, con la educación crítica, con el voluntariado a través de proyectos aprendizaje-servicio, con las salidas pedagógicas y con el trabajo de afectos y emociones, más después de los traumas provocados por los distintos dramas personales y familiares que les está tocando vivir sin escapatoria a una parte de nuestro alumnado. Dentro de todo este menú, por supuesto, tienen especial cabida el aprendizaje por proyectos, la interdisciplinariedad y la codocencia.

Y llegamos así a darnos de bruces con la preocupación fundamental de muchos: ¿Cómo evaluamos al alumnado? La parte de las materias troncales podrá seguir la dinámica clásica. El resto basta con establecer unos créditos por taller y la necesidad de superar con aprovechamiento unos mínimos establecidos.

Como puede suponerse, todo esto exige aceptar que, de igual forma que el estado de alarma supone una alteración sustancial de la legalidad habitual, durante un curso completo nos debemos dotar, incluso con soporte legal, de una excepcionalidad escolar, que ponga en paréntesis algunas de las burocracias e inercias más arraigadas de la llamada “gramática escolar”.

Aunque he empezado hablando de amenaza, en realidad el próximo curso puede ser una oportunidad para comprender que es posible empezar a impugnar algunas rigideces de la cultura escolar. Se puede impugnar hasta cierto punto la clasificación por edades, la compartimentalización por materias, ciertos ritos de las evaluaciones acreditativas, la asignación estricta del profesorado a especialidades. Se puede diversificar según las necesidades del alumnado y conectar mejor con sus intereses dentro del menú de posibilidades que se le ofrezcan desde los Departamentos y los Ciclos (o AMPAs). Y hacerlo desde otra dinámica, donde el gusto por aprender prime sobre la preocupación por rendir, estableciendo nuevos estilos de relación entre alumnado y profesorado (u otro tipo de acompañantes).

Naturalmente, todo ello pensado en grupos pequeños, con las garantías sanitarias que se establezcan, con horarios que obliguen a estirar la jornada de apertura de los centros, sin que ello no suponga la permanencia durante todas las horas del alumnado ni del profesorado, sino buscando combinaciones razonables e incluso presencias más restringidas de lo habitual, si fuera el caso.

Esto requiere mucha disposición de las partes (sin caer en abusos, pero comprendiendo la necesidad de arrimar el hombro), también, cierto encaje de bolillos organizativo —no imposible— para las comunidades escolares, particularmente para las direcciones; la implicación de las administraciones —no solo la educativa— que deberán realizar algunas contrataciones y ocuparse de las buenas condiciones físicas y materiales (incluidas las inversiones informáticas) de los centros, y, por supuesto, se precisará que la pandemia esté contenida, para no tener que volver a períodos de confinamiento desastrosos.

Hasta aquí unos apuntes incompletos e imperfectos, los que puede dar de sí un artículo. Si hay alguna Administración educativa un poco audaz deberá concretar más. Pero si no se atreve o cree que el sistema en su conjunto no está preparado para ello, al menos, que deje libertad a aquellos centros que, con un proyecto contrastado y los legítimos controles, quieran experimentar en esta línea.


2 respuestas a “Una propuesta disruptiva para tiempos especiales”

  1. Avatar de Inma
    Inma

    En secundaria habría que diferenciar entre los alumnos con mayor capacidad de autoregulación y autonomía y aquellos que aún no han desarrollado esa competencia. Obviamente los primeros pueden funcionar (siempre que se neutralice la brecha digital) on line más y mejor que los segundos. Incluso se podría dar una vuelta más de tuerca y posibilitar el trabajo cooperativo, trabajando mediante proyectos servicio entre ellos. Rompiendo los límites de edad, centro, currículo prefijado y otros. Como bien dices: «donde el gusto por aprender prime sobre la preocupación por rendir». ¿Y alguien ha preguntado a los alumnos cómo prefirirían aprender? Creo que sería el primer paso, junto con la opinión y experiencia de los profesionales que trabajan a pie de aula.

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    1. Avatar de gonzalolarruzea

      De acuerdo, Inma. El texto apenas esboza un escenario, que necesita de muchas concreciones y adaptaciones y la tuya puede ser una. Respecto a la opinión de alumnado y profesorado, reconozco que no he hecho un estudio sociológico (esto es solo un blog), pero me he inspirado en la experiencia en algunos centros de Hauspoa, que suele estar bien valorada por el alumnado en las encuestas que se les hacen y lo que confirman en algunas reuniones hechas con ellas y ellos. Y el profesorado no he visto que se queje, aunque, en este caso, no he averiguado las razones.

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