El BBVA ha vuelto a ser noticia por sus prácticas sin escrúpulos. Acaba de ser imputado por revelación de secretos, cohecho y corrupción. Un borrón tiene cualquiera, pero ya hace más de dos años en este mismo blog, a propósito de una cátedra BBVA sobre ética y valores en la Universidad de Deusto, mostré mi perplejidad por que dicha cátedra llevara el nombre de un banco que había sido recientemente condenado por el asunto de las cláusulas suelo de las hipotecas, que estaba acusado de financiar industria armamentista y que ocupaba una posición destacada en el ranking de entidades desahuciadoras.
Al hilo de esta noticia reciente, me ha resultado inevitable establecer una conexión con la iniciativa promovida por dicho banco bajo el título de “Aprendemos juntos”. Bajo el patrocinio de BBVA, proliferan por las redes vídeos sobre cuestiones relacionadas con la educación y los valores humanos. En ellos una serie de figuras reconocidas de variados ámbitos (educadores, juristas, empresarios, aventureros, artistas, presentadores…) que despiertan simpatía y descuellan por sus meritorias trayectorias vitales son entrevistados por un tercero que hace de facilitador de la exposición de sus ideas o bien disertan apasionadamente ante un público que es enfocado mientras asiente devotamente con la cabeza las ideas que el o la gurú de turno va desgranando sobre la educación, la construcción de la sociedad o la felicidad de las personas.
Nos hablan de conceptos maravillosos como la creatividad que hay en cada persona, de afrontar la vida con pensamiento positivo, de exigencia, de capacidad de superación, de lucha contra las adversidades, de adaptación a las circunstancias, de saber vivir el presente, de mindfulness, de trabajo en equipo, de respeto para convivir y hasta de aporofobia y de justicia social. Todo un desfile de humanistas llamados por el BBVA para exponernos sus plausibles planteamientos.
Sin embargo, para el tercer “pedagogo” que se escucha se percibe un hilo común en la variedad de los testimonios. La filosofía de vida que se transmite se basa en la individualidad, en la capacidad depositada en cada ser humano para gestionar sus sueños y hacerlos realidad. Se omite el quasi determinismo de las estructuras opresoras y se obvia explicar por qué la humanidad es un mosaico de horrores infinitos y por qué nuestra misma sociedad bajo su apariencia opulenta y consumista esconde los sueños rotos de amplias capas que no pueden sobreponerse a sus condicionantes sociales.
Esta iniciativa del BBVA (compartida con el diario El País y Santillana) se mueve en ese interés del gran capital en transformar la educación hacia un modelo que responda mejor a sus intereses económicos, donde cada individuo sea el responsable exclusivo de su destino. La educación se ha convertido en un campo de máximo interés mundial, un lugar de batalla (ideológica). El Banco Mundial muestra su preocupación por la “crisis mundial de aprendizaje”, numerosas multinacionales y bancos (Caixa, Banco de Santander, Google, Samsung, Microsoft, Unilever y un largo etcétera) están promoviendo iniciativas en el campo educativo. Hasta Vox ha decidido que la prioridad de su estrategia pasa por dar la batalla en el campo educativo.
En el caso que nos ocupa, no estamos ante un asunto de doble personalidad, al estilo de Mr. Hayde y el Dr. Jekill. El BBVA no es una especie de Jano bifronte moderno. Es más sencillo: es simplemente cinismo e hipocresía. Pocos días antes de la noticia sobre la imputación del BBVA, el presidente del mismo, Carlos Torres Vila, defendió en la segunda jornada del EduFin Summit 2019 el papel de la educación en general, y de la educación financiera en particular, para luchar contra la pobreza y aumentar el nivel de bienestar. “La educación en general -dijo- es la mejor palanca para acabar con la desigualdad y promover el desarrollo sostenible, es la manera más sencilla de poner al alcance de todos, y muy especialmente de los más vulnerables, las oportunidades de esta nueva era”. No es posible apuntarse a un paradigma acumulativo y ser humanista a la vez.
No es que tenga especial inquina al BBVA. Podría referirme a cualquier otro banco o empresa. Es el sistema. Por otro lado, nada más lejos de mí que criticar a los llamados “pedagogos/as del BBVA”. Yo mismo, si me invitan, puedo ir a foros cuyos promotores son de pensamiento divergente o incluso contrapuesto al mío. Pero el hecho de que estos vídeos sean difundidos con profusión, que nadie haya aprovechado la tribuna para denunciar la cultura depredadora de los bancos, que nadie se haya parado a pensar sobre su posible instrumentalización… me hace reflexionar sobre la capacidad que tiene el sistema para fagocitar las mejores ideas y la enorme dificultad que tenemos para desenmascarar su hipocresía, dentro del confusionismo reinante en la actualidad.
Ni la new age, ni la inteligencia emocional, ni la neurociencia, ni las nuevas tecnologías, ni las nuevas metodologías, ni el “buenrollismo” nos deben ahorrar la tarea necesaria de preguntarnos qué intereses hay en juego en la educación de hoy, ni de debatir cuáles son los fines de la educación en medio de una sociedad capitalista sin alternativas aparentes.