Aunque más de uno me tachará de ingenuo, confieso haber leído con perplejidad que la Universidad de Deusto y el BBVA han renovado un convenio para el fomento de los valores, la ética y transformación digital, en continuidad con la ya existente Cátedra BBVA de Ética y Valores.
La noticia me hubiera pasado desapercibida quizá, si no hubiera encontrado un eco en una pequeña anécdota personal. No hace demasiado me desprendí de unas acciones del BBVA, que, mi madre, fallecida no hace tampoco tanto, nos dejó en herencia. Lo de menos es la cantidad, que ciertamente no daba para salir de pobres, como mi propia madre hubiera dicho, sino la motivación que tuve: las razones éticas por las que consideraba que los pequeños ahorros heredados de mis padres no podían seguir contribuyendo, ni siquiera en una parte insignificante e irrisoria, al sostenimiento de un sistema financiero depredador. Creo que esta decisión estuvo marcada precisamente por haber recibido un influjo importante en mi vida de los seguidores de Ignacio de Loyola.
El BBVA es, como la mayoría de los bancos y más los que tienen una envergadura sistémica, una maquinaria especuladora para obtener dinero sin escrúpulos, aunque dentro de la legalidad, a veces también bordeándola e incluso sobrepasándola. Ha sido recientemente condenado, con otras entidades bancarias, por el asunto de las cláusulas suelo de las hipotecas, está acusado de financiar industria armamentista y ocupa una buena posición en el ranking de entidades desahuciadoras. Sus ganancias se cuentan por miles de millones y los sueldos de sus directivos y las indemnizaciones de quienes cesan en sus cargos son un insulto social. En definitiva, nada edificante para intitular con el nombre del banco una cátedra de valores y ética.
Lo dejaría aquí, pero, aunque sea de pasada, quiero añadir alguna reflexión más sobre la naturaleza y fines de las instituciones que han conveniado.
La primera tiene que ver con el papel contradictorio que juegan las universidades y colegios religiosos, en concreto de los jesuitas. Bajo Arrupe, la Compañía reconoció algunas infidelidades a su misión y quiso vigorizar su compromiso por la justicia y la cercanía a los pobres en la 32 Congregación General. Los jesuitas se han caracterizado siempre por dotarse de un buen bagaje formativo para mejor servir en las periferias, también por estar en la vanguardia intelectual haciendo aportaciones inestimables a la sociedad. Pero una cosa es eso y otra dedicar los mejores esfuerzos a la educación de las élites, con el vano y mal justificado propósito de proveer a la gobernanza social, económica y política de élites supuestamente inspiradas en el «humanismo cristiano».
La segunda se refiere a las entidades bancarias y tiene también que ver con otro hecho de mi biografía. Un avatar de la vida me llevó a pertenecer a la Asamblea de la BBK, en representación de los impositores, poco antes de la fusión en Kutxabank y la deriva de bancarización que ha seguido una entidad que en su origen se creó para proteger a la gente de las garras de la usura. El debate interno de nuestro grupo se establecía sobre si debíamos exigir un funcionamiento más ético y más social a la propia actividad bancaria, aun a costa de menores márgenes de beneficio, o si no había tanto que objetar sobre el origen y modos de las ganancias, pues cuanto más relevantes fueran mayor impacto se daría en la Obra Social. Creo que a nadie sorprenderá si digo que la postura mayoritaria se alienaba con la segunda de las propuestas. Sin embargo, no veo que haya que conceder inevitabilidad al hecho de que los bancos deben ganar dinero a cualquier precio ético y que eso va inextricablemente unido a su naturaleza.
Una vez hecha esta concesión, lo siguiente es conformarse con que la «fiera» nos muestre un rostro civilizado y ella misma se esfuerce por aparecer razonablemente humanitaria. A propósito de los desahucios, González, el Presidente del BBVA, declaraba: «Si Carmena me pide algo razonable, la ayudo». Las iniciativas como la Cátedra BBVA de Ética, las fundaciones, becas y obras sociales se mueven en esta línea de lavado de cara. No quiero denostar las posibilidades que ofrece la Responsabilidad Social Corporativa ni a quienes trabajan por instilar ética en las empresas. Pero creo que hay enfrentarse con honestidad a tan crasas contradicciones. Y es que parafraseando al profeta de Galilea, no se puede a la vez servir a la ética y al dinero, algo que a los jesuitas de Deusto debiera dar qué pensar.
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