Coronavirus y currículum

La evaluación y la acreditación siguen siendo objeto de preocupación primordial de familias y de alumnado de cierta edad, lo cual me parece lógico, por las consecuencias que tiene acreditarse o no, promocionar o no, para el currículo (recorrido) de cada alumno o alumna. Pocas veces reparamos en la disociación entre aprendizaje y acreditación y en el papel clave que juega la escuela -y la universidad- como institución social en la creación de esa ficción. La educación sigue identificada con la instrucción, que no es necesariamente aprendizaje, construida por pisos (los cursos), que se vinculan a edades, por conocimientos fragmentados, las materias, que se sostienen sobre currículos progresivos pero lineales, todo supuestamente siguiendo un orden lógico y racional, alejado del desorden de la vida, y, al parecer, perfectamente medible hasta el punto que incluso alguna “investigación” haya concluido que, si no se volviera a clase hasta junio, se va a perder un 11% del currículo y ello puede repercutir en un 1% menos en los salarios del alumnado perjudicado.

Permítaseme si adopto una postura un poco heterodoxa si indico que no me preocupa demasiado lo que el alumnado pueda perder por no acudir a clase hasta el final de curso, con la grave excepción de quienes de no disponen de medios en todos los sentidos y/o se crían en ambientes irrespirables. Creo que muchos aprendizajes son recuperables, más si consideramos que se producen a golpe de experiencia, de manera atemática y tantas veces fuera del marco escolar. Por otro lado, no se olvide que gran parte del mismo, gracias a su profesorado, trabaja desde casa y también está realizando otros aprendizajes y practicando otros hábitos de autorregulación, aunque seguramente con resultados desiguales. En mi opinión, más influyen los entornos socioeconómicos que el currículum en sí.

Así pues, como no creo demasiado en la formulación de los currículos oficiales (quizá otro día me ocupe del valor de las programaciones y de los libros de texto como sustitutos de aquellas y como verdadero currículo), hoy quiero llamar la atención sobre la crisis como valor de oportunidad para la formación de la conciencia crítica del alumnado. En este sentido, me declaro seguidor de Paulo Freire, pues considero que debe considerarse simultáneamente el texto y el contexto, o dicho de otra manera, que el aprendizaje debe ser un palabra recreada sobre el mundo que concierne al docente y al discente.

Me consta que mucho profesorado ha decidido rebajar la presión curricular y considerar los aspectos socioemocionales del alumnado, no para relajar su función e implicación, sino para hacer planteamientos más empáticos, o al menos, más asumibles y realistas. Me parece un primer paso importante, aunque ahora quiero proponer alguno más en la línea de poner al alumnado frente a esta crisis y frente a su propia realidad afectada por la crisis.

Hace algún tiempo una conocida antropóloga manifestaba su perplejidad ante el hecho de que una parte considerable de alumnos y alumnas de la ESO terminaban la enseñanza básica sin haber abordado la problemática del cambio climático. Pues bien, aunque las circunstancias no favorecen mucho por la dificultad de coordinación del profesorado para poner en marcha trabajos por proyectos, etc., sin embargo, sería una pena que, preocupados por si se va a dar o no aprobado general, desaprovecháramos la oportunidad de poner al alumnado ante la actual crisis, siempre de forma debidamente adaptada a su edad y condicionamientos. No me corresponde hacer aquí diseños de proyectos o unidades didácticas, pero sí me voy a permitir esbozar algunos núcleos temáticos, alguno de los cuales podrían ser objeto de tratamiento en lo que resta hasta el final de curso, si es que alguno de ellos no ha sido abordado ya:

• Origen de la crisis: ¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿Cómo ha podido surgir el coronavirus? ¿Tiene que ver con la ingesta de animales en mercados chinos sin higiene? ¿Con su generación malintencionada por parte de algún de algún país? ¿Con la presión que ejercen nuestros modos de vida sobre los hábitats naturales ? ¿Qué otras causas puede haber?
• Lucha contra la pandemia: ¿Son adecuadas las medidas que se están tomando? ¿Hay diferencias entre países en la estrategia utilizada? ¿Podría haberse abordado de otra manera? ¿Estamos en guerra? ¿Contra qué o contra quién?
• La situación después de la pandemia ¿Podemos imaginar qué evolución va a seguir la epidemia? ¿Qué consecuencias pueden tener para nuestra libertad futura las decisiones que se están tomando? ¿Qué repercusiones económicas estamos sufriendo ya o sufriremos en nuestras familias? ¿Con qué valores debemos construir el futuro?
• Salud y situación sanitaria: ¿Que es un virus? ¿Es un organismo vivo? ¿Cómo actúa y repercute en nuestra salud? ¿Qué es la microbiótica y qué puede aportarnos en este momento? O bien, ¿por qué los hospitales han estado saturados? ¿Nos han faltado recursos? ¿Por qué? ¿Cómo enfocamos nuestra salud: como algo que, si nos falla, nos deben reponer desde fuera ? ¿O como algo que podemos construir activamente con nuestra manera de vivir? ¿Cómo?
• Bulos: ¿Qué es un bulo? ¿Os han comentado e n casa que han detectado un bulo? ¿Podríamos poner algún ejemplo de bulo? ¿Cómo podemos protegernos de los bulos?

Con la anterior lista no he pretendido más que formular algunas cuestiones (situaciones-problemas) que pueden ser compartidas por y con el alumnado, a las que se pueden añadir otras. No hay por qué tratarlas todas. Pueden ser abordadas desde una única materia o desde varias a la vez. (Aquí algún ejemplo de educación crítica desde una materia). Lo importante, más allá de nuestras preocupaciones por las notas, está en que no dejemos escapar la ocasión para abordar críticamente con nuestro alumnado lo que ocurre y, quizá con ello, contribuir a alumbrar un futuro mejor.